
Después de escuchar el audio en el celular que habla de escribir una columna de opinión recuerdo que, cuando empecé en el oficio hace casi mil años, las columnas de opinión en los diarios eran como las 46 que tiene el Partenón de Atenas. Columnas esbeltas y resistentes, con una base sólida y una floritura en las alturas. Así me pongo a escribir sobre el estado de la cultura y la función del Estado en el desarrollo cultural, un reto descomunal que requiere de los datos que, con la paciencia de Sísifo, publica en España desde hace ya una década la Fundación Alternativas.
En su Informe anual del año pasado sobre el estado de la cultura analiza los principales parámetros de las industrias culturales españolas en el conjunto de la Unión Europea, coincidiendo con el Semestre de Presidencia española en la UE. Este enfoque continental nos sirve para ampliar el punto de vista y descubrir las diferencias que existen en los ámbitos de la cultura europea, así como las cifras de los mercados y su expansión en la economía digital. En millones de Euros, son Austria (1.221), Alemania (1.194), Dinamarca (1.173) y Países Bajos (1.026) los que tienen los niveles más altos de inversión en bienes y servicios culturales. Otros estudios nos aportan datos sobre la cantidad de dinero que las familias dedican a la cultura y así vemos las diferencias Norte-Sur; en trece países de la Unión -entre ellos España- la proporción del gasto de los hogares en bienes y servicios culturales está por debajo de la media y son los griegos los que menos invierten (1,3%) seguidos de cerca por búlgaros y españoles, con una cuota cada uno del 1,5%.
Para continuar con esta columna de forma lógica, hay que valorar el impacto de las industrias culturales en la economía, incluyendo el turismo y la economía digital. En este sentido, es fundamental concluir que por los ingresos y puestos de trabajo que generan, los Estados europeos en su conjunto, y cada uno a su manera, consideran sus intervenciones en la cultura como inversión y no como gasto. De hecho, si consultamos las directrices del Ministerio de Cultura español, que está en la misma línea que la mayor parte de los otros 26 países de la Unión Europea, vemos que el presupuesto se destina al mantenimiento del Patrimonio Histórico, la promoción del libro y la lectura, las bibliotecas y los archivos públicos. Además, de la promoción y garantía de los derechos culturales, de la propiedad intelectual y la cooperación cultural. Los Estados europeos se comprometen con la promoción y difusión de la creación artística contemporánea y de las artes visuales con la celebración de convenios internacionales. Para ello, según los datos de la Administración General del Estado español, el presupuesto de gasto público realizado en la cultura ha sido ligeramente superior a los mil millones de euros, con un incremento de unos 140 millones con respecto al año anterior.
Ahora bien, sigamos martillo y cincel construyendo la columna. Vamos a ver cuál es el estado de la cultura en esta Argentina 2024. Han transcurrido varios meses desde que escuchamos la frase/bandera “No hay plata” de Javier Milei, el economista libertario que, desde el despacho de la Casa Rosada, trabaja en un recorte del gasto público sin precedentes. Y todo indica que aún está empezando ese camino porque ha reiterado, el pasado 15 de septiembre al presentar ante el Congreso su proyecto de Ley para el Presupuesto de 2025, que las tijeras siguen afiladas. Debemos recordar que en este primer año de mandato, Javier Milei ha utilizado el mismo presupuesto de Alberto Fernández del año anterior, al que le ha ido aumentando ciertas partidas de manera discrecional a través de Decretos de Necesidad y Urgencia (DNU), sin que alguno le haya tocado en suerte al mundo de la cultura. Según la Asociación Argentina de Presupuesto y Administración Financiera Pública (ASAP), el principal organismo no gubernamental dedicado al control del gasto público, en los primeros ocho meses de este año se ha reducido en un 30,1% interanual. Sin embargo, no todos los sectores han sido recortados por la motosierra de Milei, la Justicia ha recibido más del doble de aumento que la Educación, por poner un ejemplo. Otro tiene que ver con la plata que se destina a Defensa, Inteligencia o la Secretaría de Prensa, que está en el ámbito de Presidencia de la Nación y ha recibido uno de los aumentos de partidas más grandes de todo el presupuesto, pasando de US$30,7 millones a US$147,8 millones. En este contexto, según el último informe del Observatorio de Argentinos por la Educación, la inversión en este rubro ha caído un 40,2% si se analizan los fondos vigentes para la función “Educación y Cultura”, dentro del presupuesto nacional, que además rebajó la categoría de los Ministerios a Secretarías. Los recortes en Educación son transversales y van del Plan de Alfabetización a la investigación científica, las aulas de secundaria y los posgrados de las Universidades. Todo esto, considero, forma parte de un plan más amplio que persigue una desinversión cultural que significa, en los hechos, la salida del Estado por la puerta de atrás de la cultura argentina.
El Gobierno, no olvidemos, dedicó un capítulo completo en el proyecto de la “Ley de Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos” a cuestionar los contenidos y la producción del teatro, cine, literatura, música y artes plásticas. Ninguna expresión queda fuera del plan de controlar los mecanismos y las instituciones que fomentan la producción, la formación y la participación cultural. Los principales objetivos del Ejecutivo son el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales, el Fondo Nacional de las Artes, el Instituto Nacional de la Música, el Instituto Nacional del Teatro y, sin duda, el libro. El libro es uno de los grandes enemigos del Estado, porque se puede leer a mano armada, subrayando, aprendiendo a pensar, a debatir, a discrepar.
El estado de la cultura en Argentina, sin embargo, no depende sólo de los Presupuestos Generales del Estado y tampoco de las Instituciones que aglutinan a los profesionales del arte. Es más complejo, más intrincado y depende de cada uno de nosotros. Porque la cultura tiene sus trincheras, los lugares donde aún florecen compañías de teatro, círculos literarios, escuelas de canto, de baile, museos, recitales de poesía. Entre todos podemos defender la cultura cantando o leyendo, escribiendo o pintando, enseñando a nuestros chicos a disfrutar con una historieta. Mafalda nos enseña filosofía y eso no lo puede evitar un Gobierno, por más que pueda renunciar a la educación y la cultura.

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