En un mundo literario a menudo encorsetado, hay voces que rompen la matriz. Una de ellas es la de Juana Bignozzi, la poeta argentina de una fuerza verbal inaudita que nació un 21 de septiembre en Buenos Aires. 

Nacida en 1937, su figura es la encarnación de la rebeldía lírica y la conciencia política sin panfletos.

La cuna obrera y el veneno anarquista

Bignozzi vino al mundo en un hogar obrero de Saavedra, empapada desde la cuna en la militancia anarquista de sus padres, lo que garantizó una formación intelectual y artística que moldeó su afilada personalidad. 

Empezó a escribir poesía entre los 17 y 18 años, justo a tiempo para sumarse al torrente de la época.

En 1955, ya militando en el Partido Comunista, cofunda con Juan Gelman el colectivo poético Pan Duro, un grupo de jóvenes contestatarios que, entre 1955 y 1964, buscaron acercar la poesía al pueblo, con una lírica combativa, social y de denuncia que se oponía a la perversión del sistema.

La ironía como bisturí y la cadencia sin signos

Juana Bignozzi no era una poeta de metáforas blandas ni de paisajes etéreos. Su estilo se definió por una personalidad combativa, un manejo fino de la ironía y una brutalidad honesta con las palabras

Su voz es directa, desencantada, y profundamente marcada por la soledad y el inexorable paso del tiempo.

Bignozzi escribía sin signos de puntuación; según ella misma decía, lo hacía para atrapar la musicalidad del habla, el compás, esa cadencia que tienen las palabras habladas.

Una de sus marcas estéticas más singulares era la ausencia total de signos de puntuación. Una elección deliberada, según ella, para atrapar la musicalidad del habla, el compás, esa cadencia natural de las palabras que el papel suele ahogar. Es el triunfo de la entonación natural sobre la rigidez gramatical.

Exilio, traducciones y el mito que vuelve

Los primeros libros, Los límites (1960) y Tierra de nadie (1962), se publicaron en la efervescencia de los 60. 

Sin embargo, en 1974, la atmósfera irrespirable (la Triple A hacía ya rato que operaba en Argentina) la empujó a un destierro autoimpuesto en Barcelona, junto a su marido, el corrector Hugo Mariani.

Allí vivió 30 años, muy a su pesar, como ella misma decía. Se dedicó a la traducción de más de 400 títulos, mayormente del francés y el italiano, sin jamás mezclar sus oficios: “Cuando traduzco soy traductora, cuando escribo poesía, soy poeta”. 

De hecho, evitó traducir poesía. Cuando le preguntaban las razones, ella contaba espantada que había leído a Baudelaire en castellano cuando era chica pero que, cuando aprendió francés y pudo leerlo en su lengua original, se dio cuenta que estaba leyéndolo por primera vez (por cierto, Wilsawa Symborska solía decir que la suerte de un poeta en otros países siempre depende del traductor que le toque en suerte).

 A pesar de los viajes de visita, Bignozzi no regresó definitivamente a Buenos Aires hasta 2004. En los 90, su figura, que parecía anclada a los 60, resurgió con fuerza. 

Se interesó por los poetas jóvenes -y ellos por ella, viéndola casi como un mito-, generando una simbiosis que la actualizó en el panorama literario. 

Fruto de ese regreso es el libro Regreso a la patria (1989), uno de los pocos libros de poesía política escritos por una mujer en la posdictadura.

El elefante en la habitación y el mandato póstumo 

Bignozzi, que murió en 2012, fue también una mujer de excentricidades notables. No era amante de las mascotas, pero sentía una fascinación por los elefantes, cuya figura llenaba su casa, desde adornos de cerámica hasta dos sillones en el living.

La justificación era perfecta: como era imposible tener un elefante de mascota, se libraba de la obligación social de tener perro o gato.

Bignozzi y su fascinación por los elefantes.

Novísimos: El poema contra el manipuleo

Antes de morir, dejó casi listo Novísimos, poemas inéditos, un libro que terminó de pulir y publicar en 2019 su albacea, la escritora y periodista Mercedes Halfon. La elección no fue casual: Bignozzi le legó toda su obra y se aseguró de que nadie se atreviera a manipular su legado.

La apertura del poemario es un golpe de puño, una declaración de guerra póstuma contra la apropiación de su figura:

Los poetas al morir si no se defienden /
quedan en las manos que siempre despreciaron
”.

O los versos que reafirman su trinchera insobornable:

Ganaron otros /
pero con todo respeto /
seguimos y seguiremos aquí
”.

Los poemas que componen ‘Novísimos’ estaban originalmente anotados en papelitos, bordes de sobres de facturas de luz y anotadores.

La búsqueda de Halfon en el universo Bignozzi, con pilas y pilas de material que clasificar, fue registrada en el premiado documental “Las poetas visitan a Juana Bignozzi” (2019), dirigido por Halfon y Laura Citarella, que recoge la vida, el exilio y la obra de una poeta que, a 88 años de su nacimiento, se niega a ser sepultada por la historia.

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