Gustavo Morello es jesuita, filósofo y doctor en ciencias sociales. Radicado en Boston desde hace diez años, se dedica al estudio de la religiosidad en las sociedades.
En 2018 empezó a trabajar sobre el comportamiento de los tatuajes dentro de las prácticas religiosas, lo que lo llevó a interiorizarse sobre las transformaciones de la religiosidad latinoamericana y sus interacciones con la modernidad.
“Hay gente, y siempre la hubo, que se comunica con lo divino a través de los tatuajes. Se tatúan para mostrar su especial conexión con algún dios, pedir protección o dar gracias”, reflexiona el jesuita, quien a través de la sociología de la religión estudia esas relaciones humanas con lo divino.
Datos arqueológicos dan cuenta de tatuajes en Europa que se remontan al 4.000 AC.;y en las Américas, arqueólogos han encontrado tatuajes religiosos en momias aztecas, mayas e incas. “En 1920 se encontraron tatuajes en momias peruanas anteriores al imperio inca, del año 1.000 de la era común”, dice Morello.
Sin embargo, los estudiosos de las religiones occidentales no consideraban que los tatuajes fueran prácticas religiosas. “El tatuaje no era ‘religión verdadera’. Los tatuajes religiosos eran algo exótico (ocurría en Medio Oriente) o marginal (presente entre soldados, marineros, prisioneros y estudiantes universitarios que se portaban mal)”.
Ya para mediados de 1960, el tatuaje en Estados Unidos comenzó a ser usado para marcar opciones políticas, conciencia ecológica y crecimiento espiritual. Los tatuajes fueron la evidencia física de la transformación personal propugnada por los activistas sociales.
Un dato interesante que se desprende de las páginas de este libro es que para los sectores obreros, tanto en Europa como en los Estados Unidos, los tatuajes también fueron una forma de poseer arte y adornos religiosos. “Joyas y cuadros eran signos de la burguesía moderna, bienes culturales a los que los sectores populares no tenían acceso. El tatuaje religioso era una forma popular de consumo cultural”.
Presentación. Morello, también autor del libro “Una modernidad encantada. Religión vivida en América Latina”, presenta este miércoles a las 18 en el Museo Evita Palacio Ferreyra “Alma, corazón y tinta”, un libro en el que se propone poner de relieve cómo el tatuaje ha sido una forma legítima de practicar religión, que se empezó a usar antes del cristianismo, que fue adoptado por muchos cristianos y que continúa hasta nuestros días.



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