La primera vez que entrevisté a Guillermo Franco fue en el año 2018. Había empezado a exponer apenas algunos años antes, empujado por sus amigos, que le pedían que mostrara su trabajo.
Su resistencia radicaba -según me contó entonces- en que lo que más disfruta es salir a la calle y hacer las fotografías, capturar esos momentos que están ahí, a la vista de todos (y que sin embargo ninguno de nosotros se detiene a mirar, agrego yo).
Como un verdadero flâneur, cada día Franco toma su cámara, se la cuelga al cuello y vaga por las calles de la ciudad, observándolo todo con el asombro de quien mira lo cotidiano por primera vez.
A contrapelo de un mundo cada vez más digital, el fotógrafo urbano trabaja con una cámara analógica, que conserva esa magia y ese misticismo propios de quien desconoce el resultado de su obra: como en la paradoja del gato de Schrödinger, Franco no sabrá si el ojo de la cámara logró captar lo que su ojo avezado vio al cruzar una esquina hasta tanto el laboratorio no le devuelva la película revelada.
Aún no he podido preguntarle cuántas veces, al revelar, se ha encontrado con resultados que no eran los esperados. Pero de algo estoy segura (y a esto no me hace falta preguntárselo), y es ese instante de felicidad que sentirá cuando el papel empieza a mostrar las luces y las sombras, cuando a través de él se empiezan a dibujar con nitidez las imágenes obtenidas; esa ansiedad y ese alivio de contemplar el trabajo conseguido.
‘Con todas las ilusiones de mi vida real’. Por suerte para nosotros, sus amigos lograron su cometido y lo convencieron de la importancia de compartir sus trabajos. Así empezó su recorrido: Con la serie “Allí mis pequeños ojos” cruzó fronteras y llegó a países como Brasil y Uruguay; además de realizar varias muestras individuales en Argentina.
Su nueva apuesta, ‘Con todas las ilusiones de mi vida real’, es un compendio de casi cien fotografías reunidas en una muestra en la que se suman también una serie de textos de la escritora Eugenia Almeida, la cineasta María Aparicio, el periodista y escritor Dirty Ortiz y el fotógrafo Gabriel Orge.
Se trata de fotografías que siguen captando -como solo él puede hacerlo- esa magia que vive en las calles, que se acomoda a nuestro lado, que sigue, invisible, nuestros pasos. “Hay un ojo en la ciudad -tu ciudad- que va descubriendo lo familiar como nuevo. Un ojo que juega y te devuelve un poco de aire. Aire en esta ciudad que casi siempre apuesta a la asfixia”, dice Almeida en uno de los textos expuestos. Y no le falta razón; Guillermo Franco es una suerte de ojo de Gran Hermano que nos muestra un mundo mágico que cohabita en nuestra realidad cotidiana, un ojo generoso que subsana nuestra incapacidad de percibirlo.




INSTANTÁNEAS. La serie fotográfica es un recorte de materiales tomados con su cámara analógica entre 2016 y 2022 y pueden verse en GF Galería Fotográfica (Independencia 180) hasta abril de 2025.
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