El año 1927 en España estuvo vinculado a una generación muy prolífica de intelectuales y artistas que identificaría más tarde un momento clave en la conformación social y cultural de ese país.

Un periodo que abarcó desde el año 1923 hasta 1936 aunó intelectuales que pasaron a la historia como la “Generación del 27”. 

La llamada Generación del 27 tuvo entre sus filas a figuras de la talla del poeta y dramaturgo Federico García Lorca, el también poeta y crítico literario Luis Cernuda, el cineasta Luis Buñuel, el escritor Rafael Alberti y el surrealista Salvador Dalí, entre otros. 

Ellos representaban al progresismo intelectual de un país signado por las crisis que envolvieron dictaduras primero y la gran depresión del ‘29, después. 

Pero dentro de la Generación del 27 no hubo solamente varones. Entre sus filas también se contaron mujeres dueñas de un gran talento, que compartieron con ellos no sólo una época sino también vivencias, proyectos y que además influyeron fuertemente en el arte y el pensamiento español.     

Ellas fueron artistas que reivindicaron a la mujer y a su lucha por ocupar un lugar dentro del mundo artístico pero que también supieron abrirse paso en los distintos ámbitos sociales que por ese entonces les estaban vedados. 

La mayoría de ellas tenían un alto grado de compromiso con la realidad social en la que vivían y desarrollaron el grueso de su obra en Madrid, desde donde abordaron disciplinas como la escritura, la pintura, la escultura, la ilustración y hasta la filosofía. 

Se hacían llamar Las Sinsombrero y sus lugares de encuentro eran habitualmente las residencias estudiantiles para señoritas. 

El origen del nombre se remonta a una anécdota que protagonizaron las pintoras Maruja Mallo y Margarita Manso junto a García Lorca y Dalí, y que terminó en un escándalo cuando a los cuatro se les ocurrió quitarse los sombreros en plena calle, porque “parecía que éstos les estaban congestionando las ideas”. 

Ese simple gesto -extremadamente transgresor para la época, sobre todo en las mujeres- culminó con los cuatro artistas siendo apedreados e insultados apenas atravesaron la plaza madrileña Puerta del Sol, desprovistos de sus respectivos sombreros.

Para ellas, sacarse el sombrero implicaba una suerte de metáfora que iba más allá de la liberación de las ideas y de las mentes atrapadas en los prejuicios: era una suerte de simbología, que tenía que ver con abandonar de una vez por todas el corset de la época y, por lo tanto, no conformarse con el papel de esposas y madres. 

Las Sinsombrero vivieron en una época compleja, de años signados primero por la dictadura de Miguel Primo de Rivera y después por la Guerra Civil Española

España estaba en una crisis muy profunda de cambios políticos, económicos e intelectuales; pero a esta crisis se le sumaba también un nuevo debate: el “problema femenino” en un contexto en el que primaba una corriente antifeminista que se escondía bajo el paraguas del determinismo biológico para justificar la desigualdad de los sexos.

Estaba claro, lo que quería esta corriente era frenar el surgimiento de la nueva mujer europea que había empezado a aparecer durante la Primera Guerra Mundial, cuando ésta tuvo que asumir -sobre todo en los puestos de trabajo- el lugar de los hombres que iban a luchar al Frente.  

En ese marco empezaron a surgir movimientos feministas que no aceptaban el rol de sumisión que les pretendía imponer la sociedad y las mujeres empezaron a abrirse camino en la participación de la vida pública, con una fuerte conciencia política y reclamando el acceso a la educación. 

Es entonces cuando Las Sinsombrero conquistan el mundo artístico.

Lamentablemente, la Guerra Civil le puso fin a la Generación del 27, lo que en el caso de las mujeres artistas supuso también la condena al olvido: con la vuelta de la democracia los nombres de los artistas varones fueron recuperados pero los de ellas permanecieron silenciados por la historia. En efecto, aún hoy sus aportes son poco conocidos y la gran mayoría de ellas quedó fuera de antologías y manuales de literatura y arte. 

Aún así, en los últimos años se han reeditado algunas de sus obras. Una de las artistas que ha aparecido con más fuerza ha sido la escritora y periodista Luisa Carnés (1905-1964) con “Tea Room”, una novela escrita en 1934 con un estilo altamente vanguardista. Y no es para menos: Carnés abordaba contenidos sociales, políticos y hasta temas como el aborto, que en la literatura de aquella época era considerado un tabú.  

Otra figura recuperada ha sido la de la periodista Carmen de Burgos (1867-1932), que escribió novelas, ensayos, relatos y artículos. 

De Burgos fue la primera corresponsal de guerra en España y su obra estuvo prohibida durante el Franquismo. En 2018 la editorial española Cuadernos del Vigía editó “Los inadaptados”, publicada por primera vez en 1909. En esta novela la autora rememora un hecho histórico para describir el ambiente rural de una época en la que aún perviven las costumbres ancestrales y las fuertes contradicciones sociales. 

Otra periodista que ha cobrado mayor visibilidad en los últimos años ha sido Magda Donato (1898-1966) que en los años ‘30 ingresaba de incógnito en las cárceles de mujeres y manicomios para conocer la realidad de lo que pasaba en esos lugares y contar así con información de primera mano.

Pero la lista es aún más larga: la filósofa María Zambrano fue la primera mujer en ser reconocida con el premio Cervantes en 1988; Maruja Mallo fue una gran pintora del siglo XX, que a la vuelta del exilio nadie reconocía; Ernestina de Champorucín, discípula del poeta Juan Ramón Jiménez, dejó una vasta obra poética; la escultora Marga Gil Roës, considerada una niña prodigio y quien en su afán destructor, antes de suicidarse acabó con la mayor parte de su obra; María Teresa León, escritora y secretaria de la Alianza de Intelectuales Antifascista, dejó novelas como “Memoria de la melancolía” o “La historia tiene la palabra”, que son un tremendo retrato de la España en guerra. 

Cada una de ellas, desde su rinconcito artístico, se dio a la tarea de resquebrajar los cimientos de una sociedad que las dejaba sistemáticamente de lado, desencorsetando mandatos ancestrales, rompiendo prejuicios y marcando un nuevo camino, lejos de los cánones preestablecidos de la época.    

Ellas fueron Las Sinsombrero, ignoradas durante años en fotografías, antologías y relatos. 

Las Sinsombrero, esa otra mitad sin la que sería imposible contar la historia entera. 

En 2015 un documental dirigido por Tania Balló, Manuel Jiménez y Serrana Torres, “Las Sinsombrero | Imprescindibles”, se propuso rescatar del olvido a algunas de estas talentosas artistas. 

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